<<¿En qué se parece un cuervo a una mesa de escritorio?>>. Las aventuras de Alicia (Lewis Carroll).
Es fácil darse cuenta de que las historias tradicionales -tanto las novelas como los poemas, las obras teatrales o los cuentos- se han ganado, con el paso del tiempo, una connotación de densidad, dificultad y, en definitiva, escaso disfrute lector. Tal vez sea por ello que los lectores más jóvenes los evitan y la solución a ésto no es -al contrario de lo que muchos docentes parecen pensar- forzar la lectura de dichos libros, sino que hemos de saber seleccionarlos y mostrarlos, sencillamente, como una opción más.
Otro error que suele cometerse en las aulas -digo 'error' porque no lo comparto- es el de facilitar adaptaciones a los estudiantes para acercarles a las obras clásicas. Si hacemos esto, ya no estarán leyendo el Quijote que escribió Cervantes, ni "La Celestina" de Fernando de Rojas. Es como ponerles sucedáneos en las manos, en nuestra prisa por exigirles que lean dichas obras clásicas. ¿Por qué hacemos eso, cuando ellos pueden acceder a estos libros cuando se sientan preparados y estén interesados en ellos?
Luego nos preguntamos el porqué de la pérdida de la afición lectora conforme los niños crecen. ¡Si es que nos lo ganamos a pulso!
Dicho todo esto, recientemente he leído una obra que no esperaba que cayera en mis manos pero, ¡ya veis: así ha sido! Se trata de "Las aventuras de Alicia", de Lewis Carroll y, además, en el tomo de que dispongo se incluye también su secuela: "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí". Lo cierto es que tenía ganas de leer este libro, porque estaba empezando a cansarme de tener en la cabeza siempre a las mismas Alicias (la de Disney y, más recientemente, la de Tim Burton); ¡ojo, ambas me encantan! Pero no podía aguantar más sin leer el libro y ver, por mí misma, los orígenes de esta historia infantil en que el absurdo es el auténtico protagonista.
Esta historia, creada expresamente para los niños, se aleja de aquéllo que, actualmente, consideramos 'libro infantil'. Carrloll no emplea un vocabulario simplón, y tampoco tiene problemas en introducir montones de personajes -cada uno más excéntrico que el anterior- ni en asegurar la coherencia de las ingentes cantidades de ideas que van apareciendo en la historia.
Alicia, algo aburrida por la monotonía de un día cualquiera, se encuentra adormilada cuando, de repente, un conejo blanco y con mucha prisa, pasa raudo a su lado. Como cualquier otra niña curiosa, ella decide seguirlo y, a partir de ese momento, todo deja de tener sentido. ¡Atención! Deja de tener sentido para la mente cuadriculada que tenemos los adultos. Nosotros identificamos en este libro la presencia del absurdo, de las metáforas, e incluso somos capaces de hilvanar unas cosas con otras para tratar de darle un sentido lineal a la trama; un sentido que nos estamos inventando porque, ¿quién ha dicho que todo necesite tenerlo? Para Alicia, hay cosas que resultan extrañas, pero es capaz de adaptarse a esas rarezas y tomarlas como nuevos aprendizajes y experiencias. Ella nunca conoció a una oruga parlanchina pero, ¿por qué no iba a ser ésta la primera vez?
Esta clase de cosas son las que imprimen a "Las aventuras de Alicia" un carácter tan especial y alejado de lo cotidiano. Personalmente, pienso que es un libro que cualquier niño o adolescente disfrutará muchísimo y, por otro lado -como ya he señalado-, que cuanto más crecemos, más difícil nos resulta interiorizar esta historia.
Por otro lado, "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí", es una de las pocas secuelas que he leído -obviamente, estoy llevando esta afirmación a un terreno de experiencia personal- que mantiene el sentido de la obra original. Podemos leer las dos historias seguidas como parte de un todo. De hecho, con un par de frases y algunos conectores, podrían ser el mismo libro, sólo que un poquito más largo. El absurdo continúa siendo el principal protagonista de este relato y, en mi opinión, las conversaciones mantenidas por los personajes ganan en riqueza. Continúan llenas de sinsentidos pero, de algún modo, Carroll logra que tengan unas ciertas lógica y coherencia en sí mismas, haciendo que el hecho de leerlas provoque en el lector una sensación de haber entrado plenamente en ese mundo 'a través del espejo'.
Y así termina este breve comentario. Espero que tengáis ocasión -y ganas- de leer ambas historias porque, la verdad, no tienen desperdicio.